Asegúrese que en un programa las llamadas a funciones de
procesamiento de archivos contienen los apuntadores de archivo correctos.
Cierre cada archivo en forma explícita, tan proto sepa que
el programa ya no hará otra vez referencia al archivo.
Abra un archivo únicamente para lectura (y no para actualizar),
si el contenido del archivo no debe modificarse. Esto evitar
cambios no intencionales en el contenido del archivo. Esto es otro
ejemplo del principio del mínimo privilegio.
|